90 años de la primera ascensión al Torreón de los Galayos.
La primera ascensión al Torreón de los Galayos fue realizada el 14 de mayo de 1933 por la cara Oeste, a cargo de los “peñalaros” Teógenes Díaz y Ricardo Rubio.
El Torreón, la aguja más emblemática de los Galayos, es un icono del montañismo español.
El Torreón de los Galayos, antes conocido también por Torre o Pilón, es la aguja más emblemática y singular de todas las que componen el Galayar, en la Sierra de Gredos.
Mucho más que una mejestuosa columna vertical de granito, el Torreón es una de las cumbres más icónicas de la península ibérica, solo comparable con el Cavall Bernat en Montserrat o el mismísimo Picu Urriellu. Por algo fue escogido para ilustrar el escudo de Federación Española de Montaña.
Como no podía ser de otro modo, su silueta individualizada y vertical desde cualquier punto que se observe, le otorgó pronto el calificativo de “cima inaccesible”, como reflejaron a comienzos del siglo XX en sus escritos nombres ilustres como Antonio Victoy, Eduardo Schmidt o los hermanos Comín, pioneros del montañismo en la zona.
La gran cordada Teógenes-Rubio-Tresaco
La cordada formada por Teógenes Díaz, Ricardo Rubio y Ángel Tresaco, a comienzos de los años treinta, fue una de las más prolíficas del montañismo nacional de la época. Un periodo convulso marcado por el estallido de la Guerra Civil Española que a la postre supondría un largo paréntesis, casi el fin, de la trayectoria alpinística de nuestros protagonistas.
Tresaco y Rubio se habían conocido a través del club Peñalara y comenzado a escalar juntos, cuando en uno de sus viajes a la Pedriza del Manzanares conocieron a Teógenes en el refugio Giner de los Ríos. Fue a partir de ese momento del año 1930 cuando los tres formarían una cordada única e irrepetible que, entre otras hazañas, lograría varias primeras ascensiones como la primera y en solitario al Segundo Hermanito del Circo de Gredos (Teo, 1931), primera al Tercer Hermanito (Teo y Tresaco, 1931), la repetición en solitario y sin cuerda por la vía del Paso Horizontal al Naranjo de Bulnes (Rubio, 1932), primera al Torreón de los Galayos (Teo y Rubio, 1933), primera a la Sur del Torreón (Teo, Tresaco, Herreros, Mato y Orgaz, 1933), sur del Pájaro en la Pedriza por una vía más directa (Teo, Tresaco y Mato, 1934) o la sexta repetición al couloir de Gaube abriendo la salida por las Jumeaux al Pitón Carré, conocida como Variante de los Españoles (Teo, Tresaco y Foliot, 1935).
El estallido de la Guerra Civil en 1936, marcó el final de esta legendaria cordada.
La Guerra Civil supuso el fin de esta legendaria cordada, los cuales pasarían a formar parte en esos años del Batallón Alpino, encargado de defender las posiciones republicanas en el Guadarrama.
Rubio y Tresaco se apartaron del ambiente montañero tras la guerra civil y no volvieron a retomar la escalada como antes. Tresaco se marchó a vivir a Bilbao y después a Burgos. Ricardo, herido al final de la guerra cerca del puerto de Malagosto, regresó en 1980, a sus 77 años, para formar parte del GAM de Peñalara.
Teo, comisario político y uno de los encargados de organizar el batallón, fue apresado al final de la guerra y condenado a muerte, pena que pudo conmutar por la cadena perpetua a picar piedra en el Valle de los Caídos gracias a la intercesión de un cura amigo, antiguo cliente del taller de mármol en el que trabajaba antes del comienzo de la guerra.
En los años 50, redimida su pena, Teo tuvo el coraje de regresar a la actividad y abrir una nueva vía más difícil todavía al Tercer Hermanito, repetir el couloir de Gaube, abrir la variante Carletto-Teógenes a Peña Santa en 1952, una montaña que se le había resistido en 1935 y que Tresaco por problemas de salud desistió volver a intentar; o abrir una nueva vía en 1958 en la cara sur del Naranjo de Bulnes (el itinerario por el que Schulze había descendido en 1906).
La escalada del Torreón es sin duda uno de los grandes hitos del montañismo español.
La escalada al Torreón de los Galayos por parte de Teógenes Díaz y Ricardo Rubio es uno de los episodios más destacados en la historia del montañismo español y marca el inicio de la escalada de dificultad en los Galayos.
Una época en la que los medios técnicos de escalada se limitaban al uso de abarcas, cuerdas de cáñamo de apenas 20 metros y en la que para asegurar la progresión aún no se instalaban clavijas. En España comenzarían a usarse unas semanas después, durante la primera repetición al Torreón por parte de Tresaco (con excepción de las usadas por Schulze en el Naranjo en 1906).
La vía que siguieron Teógenes y Rubio durante la primera ascensión no es la más popular hoy en día. Entonces no contaban con pies de gato ni con otros medios que conocemos hoy en día, pero sabían empotrar manos, pies, brazos, rodillas y lo que hiciese falta. Seguramente por eso la mayoría de las cordadas que suben hoy al Torreón eligen la vía de la cara sur, abierta unas semanas más tarde por Teo, Tresaco, Herreros, Mato y Orgaz y que tuvo que esperar hasta 1947 para abrirse desde la base (la Sur Directa, V) por Florencio Fuentes, Foliot y A.Rojas. Para subir por la Oeste, lo normal hoy en día es combinarla en la primera mitad con la vía Underground (V) o la Sol Galilea (IV).
El relato de Teógenes de la primera ascensión al Torreón de los Galayos.
El relato de aquella primera escalada narrada por Teógenes Díaz, tenía talento para escribir, ha sido recogido en diversas ocasiones en libros y revistas, pero además, tenemos la gran suerte de que el original publicado en 1933 en la revista Peñalara, se encuentra disponible online. Al final del artículo os dejamos el enlace y como encontrarlo.
Comienza así :“Habiendo escuchado de labios de algunos “peñalaros” la existencia de un torreón en los Galayos, considerado inaccesible a primera vista por su imponente aspecto y total aislamiento, decidimos tirarle un tiento mis dos amigos, Ángel Tresaco y Ricardo Rubio, y el que estas páginas escribe. Obligaciones profesionales impidieron al primero acompañarnos.”.
Al parecer, la idea de escalar el Torreón surgió mientras Teo y Ricardo rapelaban por la décima planta del edificio de telefónica para hacer unas reparaciones. Ricardo se encontraba parado en ese momento y Teo le había pedido que le ayudase.
Después, un par de viajes para conocer el lugar y alguna escalada más por la zona bastaron para que el 13 de mayo de 1933, Teógenes tomase el coche de línea Madrid-Arenas que le reuniría con su amigo Ricardo, que como siempre había hecho el viaje en bicicleta desde Madrid, de donde había salido el día anterior.
Desde Arenas se dirigen bajo un sol de justicia a Guisando para continuar hasta el Nogal del Barranco, donde paran para darse un chapuzón en el río que baja de la Apretura. Es mayo y las crestas del Galayar aún están salpicadas por grandes neveros, escribe Teo. Por la tarde ascienden hasta situarse bajo el primer galayo, donde se detienen para pasar la noche y dar cuenta de unas patatas. Un poco de hierba recién cortada hará de colchón.
Sobre el amanecer del día siguiente Teo escribe: “AMANECER – He abierto los ojos en ese momento en que la luz difusa y como temerosa de rasgar las sombras, hace su aparición en la tierra; está amaneciendo y sigo con atención el proceso de la luz; los picachos que contemplo se transforman, retornan a la vida y se llenan de luz y alegría a la sola caricia del sol, que los saca de su estatismo. Este espectáculo de la naturaleza contiene tanta belleza y dinamismo, que la retina del hombre no puede captarla por entero, y es el pensamiento el que vuela y se remonta a lo infinito”.
Tras un sobrio desayuno a base de chocolate, pan y mantequilla, Ricardo y Teo remontan la Canal de la Aguja Negra para desde allí trepar hasta una horcada que da paso a la Apretura (la vertiente en la que ahora se encuentra el refugio Victory) y que separa las que más tarde serían llamadas Punta Innominata y Punta Lirios.
Desde allí inician una travesía horizontal y una trepada que les deja en otra horcada. Suben a una pequeña cumbre para tener más visual y constatar la imposibilidad de una primera línea a la que le echan el ojo. Un rápel de 20 metros los dejara en una plataforma al pie de la cual se abren dos grietas. La primera tentativa por la grieta izquierda (la vía Malagón, grado Vº) resulta fallida tras dos intentos de Teo y uno de Ricardo. El turno siguiente es para Ricardo, que prueba suerte por la grieta de la derecha. Lo consigue pero el esfuerzo lo deja exhausto. La siguiente tirada es el famoso largo en el que hay que superar el bloque empotrado. Teo logra superarlo haciendo un gran esfuerzo en el que llega a preguntarse “¿Habrá llegado mi hora?”. Superado el paso clave y ambos reunidos, devoran una naranja sin mondarla para recuperar fuerzas. Diez o doce metros fáciles conducen a la hendidura cimera de la grieta y por fin, logran pisar la cumbre. “¡Y qué cumbre! Puestos de pie sobre ella, créese uno inmaterial e ingrávido; tal sensación produce su estrecha cima, en la que hay que estar o de pie o a horcajadas.”. Afirmación que no resulta para nada exagerada. El que escribe, que pisó la cima en 2004, no ha vuelto a encontrarse en otra igual.
En la cima depositan un buzón asegurado con piedras que posteriormente les servirá de prueba (un medio local escribiría poco después que el risco al que estos muchachos habían subido era en realidad, el hoy conocido como Gran Galayo), e inician un delicado descenso por la cara sur en la que tendrán que realizar numerosos rápeles, travesías y destrepes, debido a la cuerda utilizada de tan solo 20 metros. Para colmo, durante el descenso les sorprende un aguacero que les obliga a detenerse durante una media hora. Las abarcas se resbalan en la roca mojada y han de esperar a que esta se oree, escribe Teo. Al final, trece horas de actividad.
Si os ha gustado, el relato original y completo lo podéis encontrar online en el número 236 de la revista Peñalara, en la página 324 del archivo .pdf, en la página 216 de la revista original. Además del relato podéis ver el croquis de aquella escalada.
Y si aún os habéis quedado con ganas de más, aquí un extracto de 7 minutos del reportaje realizado en 1983 «Los Galayos, homenaje a los primeros galayistas», en el que aparece Teo hablando sobre aquella escalada.
Y para finalizar una recomendación. Si queréis leer más relatos originales como este del Torreón de los Galayos, os recomendamos encarecidamente el libro «Del Teide al Naranjo: antología literaria de nuestro montañismo», del año 2003. En sus más de 700 páginas se recogen 116 textos originales cuidadosamente seleccionados, ya sea por su importancia histórica o por su calidad literaria, acompañados de una pequeña introducción. Un libro «obligatorio» que no puede faltar en vuestra biblioteca de montaña. Os podéis hacer con el directamente a través de la editorial Desnivel, o a través de la Casa del Libro o de Amazon, por donde recibiremos una ridícula comisión, al mismo tiempo que necesaria para seguir escribiendo artículos como este.