Encuentra más de Travesía.

Una publicación para pirineistas, montañeros y amantes de la aventura. Aires de altura en boletín semanal 🔥

Más de 14,000 suscriptores

    No spam. Nos dices adiós cuando quieras.

    Auroras boreales y montaña. Los tres mejores destinos del Ártico para verlas

    Tromsø, Norway / Foto: Bit Cloud (unsplash)
    Tromsø, Norway / Foto: Bit Cloud (unsplash)

    Pirineos y montaña 📩

    Aquí 🔥

    Hay lugares en los que el cielo manda más que la tierra. En los Pirineos lo intuimos en noches frías de alta montaña, cuando el aire se queda quieto y el silencio pesa más que el propio desnivel. Pero en el Ártico esa sensación se multiplica. La oscuridad es más profunda, el aire más nítido y la luz, cuando aparece, tiene algo de animal salvaje. Por eso las auroras boreales no son solo un espectáculo astronómico. También son una experiencia profundamente montañera.

    En los últimos años muchos viajeros españoles han vuelto la mirada hacia el norte, atraídos por cielos oscuros, naturaleza sin concesiones y una forma de viajar que recuerda al friluftsliv, esa idea de vivir afuera aunque haga frío, aunque nieve, aunque sea noche cerrada. La tendencia está ahí y Skyscanner la menciona en su guía sobre auroras boreales, pero las cifras importan poco cuando uno se planta al borde de un fiordo y el cielo decide partirse en dos.

    Este artículo no trata de destinos turísticos ni de excursiones organizadas. Está escrito para quienes sienten que una buena ruta comienza cuando se acaban las barandillas. Para la gente de montaña. Para quien llega del GR11, de las Golondrinas o de perderse por Larra y busca una experiencia igual de intensa, pero bajo un cielo verde en movimiento.

    Hemos elegido tres lugares del Ártico que hablan el mismo idioma que un pirineísta: Tromsø, las Islas Lofoten y Abisko. No son los únicos, pero sí aquellos donde la experiencia se vive caminando, respirando y escuchando el paisaje. Sitios que exigen presencia y donde levantar la vista forma parte del propio camino.

    Tromsø, puerta de entrada al Ártico y un cielo en movimiento constante

    Tromsø es una ciudad, sí. Pero en cuanto te alejas tres kilómetros el ruido urbano desaparece y lo que queda es una mezcla perfecta de bosques boreales, colinas suaves y fiordos profundos. Es un tipo de territorio que un montañero reconoce al instante. No tiene grandes cumbres, pero sí relieve, perspectivas y pequeños altos que funcionan como atalayas naturales.

    La ventaja de Tromsø es doble, una probabilidad alta de ver auroras durante la temporada y una accesibilidad que facilita moverse sin complicaciones técnicas. Incluso con un viaje corto de cuatro o cinco días las posibilidades de éxito son reales, siempre que el cielo coopere. Y no hace falta experiencia invernal avanzada. Basta con querer caminar.

    Una ruta especialmente recomendable es la subida al cerro de Fløya. Son unos tres kilómetros si empiezas desde el puente de Tromsø. El sendero arranca entre abetos y asciende por un terreno mixto de roca, escalones metálicos y nieve compactada según la época. No es técnico, pero sí lo bastante físico para entrar en calor a temperaturas bajo cero. En invierno conviene llevar microspikes.

    Desde arriba el paisaje se abre por completo. La ciudad queda a tus pies, encajada en una isla alargada, y al otro lado se levantan las montañas del continente. La aurora puede aparecer en distintas zonas del cielo y suele organizarse en arcos que cambian de forma a gran velocidad. Se estiran, se quiebran, se repliegan. Una danza que nunca se repite igual.

    Lo especial de Tromsø para un montañero es esa combinación de rutas cortas, mucho paisaje y un cielo sorprendentemente activo. Una hora de caminata basta para salir de todo y sentir territorio. Y cuando la aurora se enciende, la experiencia deja de ser turística para convertirse en algo íntimo y físico.

    Lofoten, montañas afiladas que emergen del mar y un cielo reflejado en el agua

    Las Islas Lofoten son una rareza geográfica. Es como si alguien hubiera recortado los Picos de Europa y los hubiera dejado caer en mitad del océano. Picos afilados, fiordos estrechos, playas de arena blanca y carreteras imposibles que se apoyan en la roca. Todo comprimido en un archipiélago que parece diseñado para fotógrafos, montañeros y soñadores.

    Para observar auroras Lofoten tiene dos ventajas claras, muy poca contaminación lumínica y horizontes amplios sobre el mar. El reflejo no hace la aurora más intensa, pero sí más impactante. El agua actúa como un segundo cielo que duplica la escena y crea una estética casi sobrenatural.

    Pero lo que convierte Lofoten en destino predilecto para la gente de montaña es el terreno. Subes cien metros y el paisaje cambia de escala. Subes trescientos y parece otro planeta.

    Una ruta perfecta es la ascensión a Tjeldbergtinden, posiblemente la mejor cima “fácil” del archipiélago para ver auroras. El sendero parte cerca de Svolvær, sube por bosque y después gana una cresta suave con roca firme. En invierno el terreno puede estar duro, así que los microspikes son una buena idea.

    La cima, con sus 367 metros, ofrece un panorama completo. Picos afilados como agujas, fiordos que entran en la tierra como dedos, islotes salpicados de nieve y un cielo tan amplio que parece envolverlo todo. Las auroras pueden aparecer sobre el mar, sobre las cumbres o atravesar la bóveda en arcos verdes y violetas. El reflejo sobre Svolvær es uno de esos momentos que justifican un viaje entero.

    Para muchos pirineístas Lofoten es el destino con el que más conectan. Terreno salvaje, desniveles claros, un paisaje que te empequeñece y una aurora que añade una capa emocional casi indescriptible.

    Abisko, un valle donde el cielo permanece despejado cuando otros se cubren

    Abisko es uno de los lugares más fiables del Ártico para ver auroras. El valle crea una sombra de lluvia que favorece cielos despejados, lo que aumenta de forma notable las oportunidades de observación. No garantiza auroras cada noche, pero sí una frecuencia muy alta, perfecta para quienes no disponen de largas vacaciones.

    Además Abisko es sorprendentemente montañero. Bosques de abedules, ríos congelados, montañas suaves y horizontes amplios que recuerdan al Alto Pirineo pero bajo una luz mucho más fría. Aquí caminar en invierno es un placer sereno.

    Una ruta ideal es la subida hacia la Aurora Sky Station, en la ladera del monte Nuolja. Muchos turistas suben en telesilla, operativo según temporada y condiciones, pero caminarlo es otra experiencia distinta. El sendero avanza por una pendiente regular con vistas al lago Torneträsk y una sensación de espacio inmenso poco habitual en invierno.

    El tramo es corto pero profundo. Caminas sobre nieve compactada, notas cómo cambia el viento con la altura y ves cómo la vegetación desaparece hasta dejar la ladera desnuda. Y lo más llamativo, el cielo suele mantenerse despejado incluso cuando otras zonas de Laponia están cubiertas.

    Cuando la aurora aparece en Abisko lo hace con gran claridad. Se distinguen capas, formas y transiciones. A veces es una cortina fina que ondula como seda. Otras un pulso vertical que vibra en verde. Es un lugar perfecto para observar con calma y dedicar tiempo al fenómeno. Abisko tiene algo meditativo y silencioso que recuerda a noches en refugios de alta montaña.

    Un viaje que ensancha la mirada montañera

    Los tres destinos tienen paisajes muy distintos, pero comparten algo esencial. Están hechos para moverse. Para caminar, para observar y para escuchar. No son lugares turísticos en el sentido clásico, sino territorios que piden presencia.

    La aurora, cuando llega, es un regalo. Pero lo que uno se lleva de verdad es la relación con el paisaje. Esa manera de caminar más despacio, de aceptar la noche, de respirar un aire que muerde y despierta.

    Este año y el próximo la actividad solar estará en uno de sus picos, lo que aumenta la intensidad y frecuencia del fenómeno. Si quieres profundizar en la parte científica o consultar horarios y tendencias puedes acudir a la guía de Skyscanner con enlace nofollow. Pero si lo que buscas es vivir la experiencia desde la mirada montañera, Tromsø, Lofoten y Abisko ofrecen algo que va mucho más allá de una fotografía.

    No es un viaje para coleccionar auroras. Es un viaje para recuperar el asombro, el mismo que sentimos en nuestras montañas cuando la naturaleza se muestra sin filtros. Allí arriba, bajo un cielo en movimiento, uno entiende por qué seguimos caminando año tras año. Hay lugares, muy pocos, donde la tierra y el cielo vuelven a encontrarse.

    ¡No te pierdas ninguna aventura en los Pirineos!

    🏔️ Outsiders x Travesía Suscríbete al Canal Youtube