Real Fábrica de Armas de Orbaiceta
Una joya de la arqueología industrial peninsular permanece en ruinas en el valle de Aezekoa, a cinco kilómetros de la frontera con Francia: se trata de la Real Fábrica de Armas y Municiones de Orbaizeta.
Con una corta existencia de apenas un siglo, se erigió sobre la antigua ferrería del monte Aezekoa. La presencia de minas de hierro, la riqueza maderera y los cursos de agua del sitio propiciaron su asentamiento.
Las ruinas han sido declaradas Bien de Interés Cultural en 2007. Aunque se encuentran bajo un manto de musgo vegetal y cubiertas de vegetación, esperan por los trabajos de recuperación como importante muestra de la arqueología industrial del siglo XVIII.
Se recomienda igualmente a sus visitantes observar grandes precauciones al acudir al sitio, motivado al estado ruinoso de las edificaciones que se conservan aún.
Un poco de historia
Su enclave tan próximo a zonas fronterizas convirtió a la fábrica en objeto de constantes saqueos e incendios, hasta su final supresión en el siglo XIX. En su momento fue el principal centro industrial del norte de España, escondido en la Selva de Irati.
Luego del agotamiento de los bosques de la fábrica de armas de Eugi, Carlos III decidió proceder al levantamiento de otra nueva que proveyera de armamentos y municiones para las guerras en las que participaba la Corona.
Erigida en 1784, durante varias décadas produjo municiones y cañones. Para mediados del siglo XIX empezó a producir hierro. En 1869 sufrió un incendio y terminó cerrando en 1884 por el auge de los Altos Hornos.
En su época de mayor florecimiento, más de 150 trabajadores junto a sus familias vivieron en esta fábrica, donde se llegaron a fabricar unas 3 mil 600 bombas al año. Fue construida bajo la influencia del Enciclopedismo francés, con una moderna visión donde cobraba protagonismo la salud y vida diaria de los trabajadores.
La fábrica
Aún cuando la vida útil de la fábrica no se prolongó por demasiado tiempo, su importancia militar se refleja en la lista de los protagonistas que hicieron vida en ella. Es el caso de los Generales Morillo y Reille, Espoz y Mina o Zumalacárregui.
Más tarde, contó con la presencia de ilustres visitantes como Valle Inclán, Hemingway o los fotógrafos Echagüe y Sta M. del Villar.
El complejo fabril contaba con tres niveles. En ellos se integraban la fábrica propiamente dicha, el poblado, la iglesia y las viviendas. Contaba asimismo con un ingenioso sistema de plataformas aéreas que conectaba las carboneras y los almacenes minerales con los hornos.
Los factores que influyeron en el cierre de este imponente complejo fabril fueron en principio los constantes saqueos. Pero también su aislamiento, que encarecía la materia prima necesaria para la subsistencia fue un punto que jugó en su contra.
Las ruinas
Los años de abandono permitieron que las edificaciones fueran sucumbiendo hasta convertirse en las ruinas que pueden verse hoy en día. Se pueden distinguir los hornos y la imponente canalización del río Lagartza, pero se requiere una importante restauración, que tiene un proyecto en marcha.