Jordi Corominas: La leyenda que conquistó el K2 y el corazón del alpinismo mundial

Jordi Corominas La leyenda que conquistó el K2 y el corazón del alpinismo mundial
Archivo: Jordi Corominas

Jordi Corominas no necesita introducciones, acaba de recibir el Piolet de Oro honorífico, un galardón reservado para titanes del alpinismo como Reinhold Messner o Walter Bonatti. ¿La razón? Una vida dedicada a la montaña y un enfoque tan puro que redefine el término «escalador». Ah, y en caso de que te lo preguntes, también es el primer español en obtener este premio. Sí, Corominas acaba de entrar al Olimpo.

Cuando nuestro amigo JORDITOMS nos pidió si podíamos compartir en la Newsletter de Travesía la entrevista que acababa de hacerle a Jordi Corominas no pude sino decirle «cabrón, pero si Corominas no da entrevistas ni a la Desnivel…», bien merece que acompañemos ese video Podcast de un artículo que le de contexto en otro formato. Y ahí estamos.

«Huellas en la Montaña con JORDITOMS y JAVIER» es un podcast dedicado a explorar la vida y las enseñanzas de alpinistas influyentes —y yo añadiría, aventureros en general—, a través de conversaciones profundas y cercanas, sobre todo, que además de entretener nos inspiran. En una charla distendida, Corominas compartió reflexiones sobre su vida, su visión del alpinismo y los valores que han guiado su extraordinaria carrera.

El viaje de Corominas, nacido en Barcelona en 1958 y criado en La Rioja, es tan épico como cualquier ascensión que haya realizado. Su historia no es la de alguien que busca la fama o los titulares. Es la de un hombre que, desde joven, entendió que las montañas eran mucho más que un desafío físico; eran un lienzo para explorar los límites de su humanidad.

«…mis padres practicaban el montañismo (…) Estaban en la escalada y fueron los primeros en llevarme con ellos y mostrarme (…). Al principio, mi padre me llevaba en una mochila en la espalda, pero cuando empecé a pesar más, tuvieron que inventar una especie de camilla…»

Desde los Pirineos hasta los Alpes, pasando por la Patagonia y el Himalaya, cada expedición de Jordi está marcada por un enfoque minimalista y una ética impecable.

A pesar de haber explorado las grandes cordilleras del mundo, Jordi considera los Pirineos su hogar espiritual. «… aquí estoy tranquilo, aquí soy feliz, porque este es mi jardín. He pasado toda mi vida moviéndome en este entorno, ya no me da miedo. Cuando voy a Barcelona y tengo que entrar en la ciudad, ahí digo: ‘Esto es una locura'» . También lamenta la creciente masificación en ciertas rutas: «Llegan aquí, ven un camino, un cartel, y ya se lanzan, pero no es así».

Pero si hay un hito que destaca en su carrera, es la Magic Line en el K2, esa ruta que prácticamente susurra: «Esto no es para cualquiera».

La Magic Line es el «Everest» de las rutas técnicas, una obra maestra de hielo, roca y locura en el K2. En 2004, Jordi no solo completó la segunda ascensión en estilo alpino puro, sino que lo hizo con una autosuficiencia que desafía toda lógica. Pocos pueden siquiera imaginarse lo que eso significa. Pero para Corominas, lo esencial no es acumular victorias, sino la forma en la que las consigues. Sin sherpas, sin cuerdas fijas, sin ruido. Solo la montaña, tú y tu instinto.

Para él, la montaña es algo muy personal, por eso a estos reconocimientos no les da tanta importancia. Escuchando la entrevista está claro que no va a cambiar su forma de ser ni su manera de vivir porque le den un Piolet de Oro o no. «Lo realmente valioso fue lo que aprendí en el K2», lo que significó para él enfrentarse a ese desafío. Más allá del reconocimiento, la experiencia marcó un antes y un después porque demostró «que éramos capaces de lograr cosas que antes nos parecían inalcanzables», como comenta.

Para Corominas, la montaña es una metáfora de la vida. El alpinismo no es solo subir montañas, es un ejercicio de autoconocimiento. Lo tiene claro: el mayor enemigo que tenemos allá arriba somos nosotros mismos, nuestra vanidad y ego. Con un estilo purista y autosuficiente, Corominas es un defensor del «alpine style», un enfoque minimalista que prioriza la habilidad y la adaptación sobre la tecnología.

¿Y quién es Jordi Corominas fuera del foco? Bueno, eso es casi imposible de saber, porque siempre ha huido del protagonismo. Mientras otros alpinistas llenaban conferencias y redes sociales, Jordi escalaba en silencio, dejando que sus rutas hablen por él. Su influencia es incuestionable: muchos escaladores jóvenes consideran que es una especie de maestro zen, alguien que te enseña que no necesitas ser el más rápido o el más alto, solo el más auténtico.

El Piolet de Oro no es solo un premio, es una declaración. La ceremonia, programada para diciembre en las Dolomitas italianas, será un tributo a un hombre que ha elevado el estándar del alpinismo mundial. Este premio no solo reconoce sus ascensiones, sino también su legado ético. En un mundo donde el patrocinio y la fama pueden eclipsar el alma de los deportes de montaña, Jordi Corominas se mantiene como una luz guía, recordándonos que el estilo importa tanto como la cima.

Incluso figuras como Kilian Jornet han rendido homenaje a Jordi, calificándolo como una inspiración crucial en su carrera. Y si Kilian lo dice, sabes que es verdad. En un emotivo mensaje, Jornet destacó cómo Jordi le enseñó que las montañas no son un lugar para conquistar, sino para respetar. Ese respeto, esa humildad, son los que lo han llevado a lo más alto.

La historia de Jordi Corominas no es solo una lección de alpinismo, es una lección de vida. En un mundo donde parece que lo importante es acumular logros, él nos recuerda que el verdadero éxito radica en cómo los consigues. Su legado perdurará no solo en las montañas, sino en el corazón de todos los que, de alguna manera, entendemos que la aventura es un estado de ser.

«Es como una rueda». En la montaña, aprendemos de otros y luego enseñamos. Es un círculo. Quiere que las nuevas generaciones entiendan que la montaña es más que un deporte; es un espacio para crecer como personas.

Cuando se le pregunta cómo mantiene los pies en la tierra después de tantos logros, responde con una sonrisa: «… el peor enemigo en la montaña es nuestro ego». La humildad viene de saber que la montaña siempre será más grande que nosotros. Subir una montaña no es un logro, es un privilegio.