La leyenda del lago de Engolasters

El lago de origen glaciar de Engolasters se encuentra situado a 1616 metros de altitud en la parroquia de Encamp (Principado de Andorra). Se trata de un lugar muy accesible al que puede llegarse en coche y que resulta ideal para realizar pequeñas excursiones o visitar con niños.

En 1934 el lago fue represado, construyéndose en dicho lugar una central hidroeléctrica, hoy reconvertida en Museo de la Electricidad.

El embalse se encuentra rodeado por un frondoso bosque de pinos que le proporciona sombra y que añade un tono aún más oscuro a sus aguas, ya de por sí tenebrosas. De hecho, el nombre de Engolasters, que significa “que engulle las estrellas”, vendría de ahí. Sus aguas son tan oscuras que las estrellas no se reflejan en ella. ¿Por qué? Probablemente por lo acontecido en ese lugar y que tal vez sería mejor no recordar.

La leyenda de Engolasters

Sobre lo que pasó en este lugar encontraremos principalmente dos versiones, con sus variantes. La primera de ellas, la que podemos considerar “oficial” por ser la que aparece recogida en la web del Principado, nos habla de un poblado engullido por las aguas a causa de la osadía de sus hombres. Al parecer, las brujas subían de noche para bañarse en el lago y algunos hombres atrevidos iban a espiarlas. Si alguno de ellos era descubierto, lo transformaban en gato negro. Ahora los mirones no tienen de qué preocuparse, ya que las brujas abandonaron el lugar con la construcción de la presa.

La segunda versión, recogida en el libro “50 lugares mágicos de los Pirineos” de Carlos Ollés Estopiña, difiere bastante de la primera y además, ofrece una explicación sobre aquel poblado engullido por las aguas. Cuenta que hace mucho tiempo apareció en la población de Engolasters un hombre harapiento que deambulaba por sus calles mendigando un trozo de pan. Los vecinos, en lugar de darle algo para saciar su hambre, le recriminaron que se buscase un trabajo y le dieron la espalda. El hombre se dirigió a la tahona y se ofreció para limpiar la artesa. Comería las migajas que de ella pudiese sacar. La panadera accedió, pero al ver todo lo que había conseguido sacar aquel hombre, se lo arrebató. La escena se volvió a repetir hasta que por fin el hombre, abatido, se marchó. Fue entonces cuando se encontró en la calle con una joven que se apiadó de él y le ofreció un trozo de pan. En ese momento nuestro hombre mandó a la chica que abandonase el pueblo y subiese tan alto como pudiese alcanzar. Al momento aparecieron unas nubes negras como nunca antes se habían visto, que descargaron tal cantidad de agua que el pueblo acabó sumergido bajo las aguas, las del lago de Engolasters claro está. La leyenda queda rematada cuando el hombre se descubre y la muchacha lo reconoce. Se trataba de Jesucristo, para más inri, que había decidido poner a prueba a los habitantes de Engolasters.   

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