Un Iglú en el Pirineo
Los iglús, esas simpáticas construcciones que relacionamos con un mundo tan lejano…o no.
La realidad es que desde bien pequeña los recuerdo como una de las primeras tipologías de cabaña. Sencilla cúpula hecha de hielo, con un tunelcillo al que difícilmente entendía como lograban agacharse tanto para entrar y, menos aún, cómo podían sentir algo de calor dentro de esa cáscara de hielo.
Cada vez que nevaba, miraba ansiosa por la ventana de mi habitación hacia el patio, donde esperaba con anhelo que toda esa nieve formase un montón lo suficientemente grande como para construir mi propio iglú. Nunca pasó.
Años después, bastantes años después, curiosidades del destino quisieron que cayera entre mis manos el extracto de un diccionario inuit, la lengua de los esquimales, y brotara de nuevo ese interés por su cultura y, como no, por su forma de construir iglús. Podéis estar tranquilos, esto no pretende ser una clase de construcción, jajja.
La sonrisa me ha saltado cuando veía tras el hashtag #travesiapirenaica (en instragram) la foto de la construcción de una de estas cúpulas del Polo, en los mismos Pirineos. Qué ilusión.
Lo cierto es que este tipo de construcciones, si bien de diseño más rudimentario, pueden salvarnos de una mala noche entre ventiscas. Estas son más rápidas de construir y con un estilo más sencillo tal y como podemos observar en el siguiente vídeo.
Sin embargo, cuando una pensaba en aquel iglú de la terraza, estaba pensando en otra cosa; un espacio en el que, quizás, me pudiese descalzar sobre una alfombra mientras se hacía el café. Un refugio; un lugar hecho con todo el cariño del mundo porque, ese, sería el sitio especial al que ir a pensar y a soñar despierta. El de la primera foto, la de Sonia Labrador, parece más acorde con la idea y sigo sonriendo al imaginarlo aquí mismo, en el Pirineo.
Por si os animáis a la aventura, aquí os dejo con este otro vídeo, mítico donde los haya, en el que podéis ver con qué aparente facilidad estos esquimales construyen su iglú.
