Esta foto tomada por el excursionista y fotógrafo, Bernard Clos en 1981, es de las pocas imágenes de un macho de bucardo en libertad.
Esta foto tomada por el excursionista y fotógrafo, Bernard Clos en 1981, es de las pocas imágenes de un macho de bucardo en libertad.

El bucardo, la cabra montés extinguida de los Pirineos

En el año 2000 se localizaba, sin vida, la última hembra de esta subespecie de cabra montés que había poblado los Pirineos desde tiempos prehistóricos. De pelo más largo y denso que sus congéneres ibéricos, mayor tamaño corporal, con cornamenta más gruesa en la base y de mayor tamaño, no fue capaz de sobrevivir en este entorno montañoso a la endogamia, ni a la presión humana. Ni los planes de recuperación, ni los intentos de «resurrección genética» dieron resultado. Vamos a conocer su historia…

Desde las pinturas rupestres hasta su extinción

Durante la prehistoria el bucardo se extendía no solo por la zona pirenaica, también por los valles y planicies de alrededor. Tenía depredadores naturales como el leopardo de las cavernas y evidentemente nuestros antepasados. Poco a poco, la presión cinegética y la introducción de cabras domésticas lo fue relegando a las zonas más montañosas. A principios del s. XIX es abundante en los Pirineos, pero la caza por su gran cornamenta hace descender el número de individuos. Hacia el 1880 solo queda una población aislada en Ordesa. En poblaciones de pocos individuos, aparece la «consanguineidad genética» es decir, la amplificación de ciertas enfermedades que quedarían diluidas en una población mayor. En 1913 se prohíbe la caza y se crea la figura de protección del Parque Nacional del «Valle de Ordesa». En 1972 se estima una población inferior a 50 ejemplares, que compite por el espacio y la vegetación con otros ungulados de la zona como el muflón o el sarrio. En 1981 se constata una disminución alarmante y unos años después, en 1993, se empieza a gestionar un plan de recuperación de la especie, dentro de un proyecto LIFE. Se capturan tres hembras con la idea de cruzar con machos de otras subespecies de cabras monteses ibéricas, lo que se conoce como hibridación. La idea es liberar las tres hembras al medio, junto con machos ibéricos reintroducidos. Dos de las hembras mueren de viejas, y la tercera equipada con un radiotransmisor es encontrada muerta por el impacto de una rama de abeto. Por cierto, este ejemplar llamado Celia, lo podemos ver «naturalizado» en el centro de visitantes del municipio de Torla- Ordesa. En otros museos españoles y europeos podemos ver restos de bucardos, como cornamentas u otros ejemplares naturalizados.

Pero, aquí no acaba la historia…

Intentos de clonación genética

Michael Crichton en 1990 escribe la novela Parque Jurásico, la historia trata de «resucitar» a dinosaurios extintos a partir de células sanguíneas de estos reptiles. Estas células estarían en el tracto digestivo de insectos parásitos fósiles atrapados en ámbar. A esta técnica se le llama clonación genética y no toda esta historia es «novelesca». Después de muchos intentos infructuosos, la ciencia consigue clonar en 1996 a la famosa oveja Dolly. Con el bucardo, se intentó hacer lo mismo. Antes de liberar a nuestra «Celia», se cogieron muestras de tejidos para su congelación. En 2003, el CITA (Centro de investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón) realizo un proyecto de clonación. ¿En qué consistió? El material genético de Celia (ADN), se extrajo de las células congeladas. Simultáneamente, a óvulos de cabra doméstica se le extrajo su material genético y se sustituyó por el ADN de la bucarda Celia. Este óvulo con la información genética de Celia se introdujo en el útero de una hembra híbrida entre cabra doméstica y cabra montés de la población de los puertos de Tortosa-Besseit. Para hacernos una idea, se implantaron cerca de 350 embriones en casi 60 cabras. Solo se quedaron embarazadas 7 ejemplares y solo una hembra gestó correctamente. Esta parió un cabrito de bucardo genéticamente igual a Celia, pero a los pocos minutos murió por problemas respiratorios. Posiblemente, estas patologías, provengan de la consanguineidad.

Este es el aspecto que presenta el ADN, molécula donde podemos encontrar toda la información genética de una especie. Esta información se encuentra en cada célula del organismo animal o vegetal. Fuente: Pixabay.

La ciencia solo tiene el material genético de una hembra, vieja, estéril, con alta consanguineidad y cardiopatías reveladas en la autopsia. Cabría la posibilidad de intentar recuperar material genético de algún ejemplar conservado en museos. Pero, la polémica está servida, ¿merece la pena invertir tiempo y dinero en «resucitar» esta subespecie de cabra montés?, ¿o quizás continuar con la reintroducción de la subespecie hispánica, como ya se hizo en 2014 en los Pirineos? Eso sin tener en cuenta, la superpoblación que tenemos de muflón o gamo en esta zona y la consiguiente competencia que podría tener con el «bucardo clonado».

¿Y las otras subespecies de cabra montés ibérica?

Ya hemos conocido la historia de la subespecie pirenaica, el bucardo. Otra subespecie, la lusitánica, siguió la misma suerte. En 1890 se extingue en Galicia y en 1892 en Portugal. Actualmente, contamos con dos subespecies que pueblan la península, la cabra montés de Gredos y la cabra montés hispánica. La primera la encontraríamos por la zona central peninsular y la segunda por la zona mediterránea.

En este mapa de distribución de la cabra montés vemos una línea discontinua que separaría las dos subespecies. También vemos flechas que señalarían poblaciones reintroducidas, así como su población de origen. Autores: Acevedo y Cassinello.

La población estimada de estas dos subespecies, es en torno a 50.000 ejemplares, distribuidos en más de 27 núcleos. Destacando 16.000 ejemplares en Sierra Nevada, 8.000 en Gredos, 7.000 en el Maestrazgo, 4.000 en las sierras de Grazalema y Ronda o 2.000 en Sierra Morena. No todas son grandes poblaciones, algunos ejemplares se han transportado de poblaciones cercanas y se han adaptado a nuevos territorios. Este es el caso de los casi 250 ejemplares que pueblan la montaña de Montserrat, traídos en los años 90 del macizo de los «Ports de Tortosa- Besseit» y adaptados perfectamente al espacio natural.

En el Mulhacén (3.479 m, techo de Sierra Nevada), es frecuente en los días estivales, ver ejemplares de la subespecie hispánica acostumbrados a los excursionistas.

Ecología y hábitos de la cabra montés

Su hábitat es la montaña, donde la podemos encontrar en zonas con pendiente y altitudes elevadas. Son animales sociales y durante la mayor parte del año podemos encontrar a los machos, por un lado, y las hembras y las crías por otro. En verano acostumbran a estar por las cotas más altas donde hay más vegetación y en invierno la nieve les empuja a los valles. En noviembre entran en su época de celo. Los machos luchan entre sí por la jerarquía en el grupo social y por su harén de hembras. El macho ganador se pasea con la cabeza extendida hacia adelante y deja ir las feromonas de atracción sexual por su glándula anal. Estas sustancias químicas inducen la ovulación en las hembras. El macho detecta a las hembras adecuadas por el olor de su orina y sabe si están receptivas para la cópula. Cuando llega la primavera, la hembra pare un cabrito que permanecerá en el grupo de las hembras. Su alimentación es herbívora y variada en función del recurso estacional. Comen desde pastos frescos, arbustos como el romero o el enebro, hojas de pino o encina.

Este joven macho fotografiado al lado del refugio de la laguna de la Caldera (3.050 m) en Sierra Nevada, seguro que complementa su dieta herbácea con algún aporte de comida excursionista.

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