El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido
El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, posee más de 15.500 hectáreas de paisajes naturales de gran riqueza biológica, lo que provocará en el espectador una sensación de armonía con la naturaleza de lo más reconfortante. Podrá observar lirones, tejones, marmotas, rebecos, gatos monteses, zorros, garduñas, hurones y jabalíes, incluso en su área habitan osos pardos. Sin embargo no se nos puede olvidar destacar lo más llamativo de este parque: la gran cantidad de especies diferentes de pájaros que lo habitan. Podrás admirar la grandeza de los pitos negro y reales, las preciosas lechuzas de Tengmalm e incluso los chotacabras y los autillos. Podrás informarte de todas las especies endémicas del parque y cómo puedes contribuir a conservarlas.
Una visita al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido supone una experiencia de paz gracias a las agradables sensaciones que sentirá tu cuerpo al estar en presencia de las más de 1400 especies endémicas de la zona, combinado todo esto con la pureza del aire que respirarás y la tranquilidad de la naturaleza salvaje. Debe estar activo en su visita, ya que este parque le exigirá mucho, pero no se preocupe, ya que solo el ambiente invita a hacer caminatas de horas y horas mientras disfruta de su única belleza. El olor de los árboles lo transportará al paraíso, con muchísimas especies diferentes de plantas que podrá conocer. Las más destacadas son los avellanos, los quejigos, los abetos o incluso las carrascas.
Si además disfruta practicando deportes que requieran un estrecho vínculo con la naturaleza, no debería dudar en visitar el parque, ya que podrás hacer senderismo durante horas, ya sea a pie o con una bicicleta. Además, podrás experimentar lo que es un descenso por las Clavijas de Cotatuero, una ruta por el Circo de Soaso y Cola de Caballo o un paseo a la Cascada de la Cueva.
Historia
Si algo caracteriza la historia de la zona de los Altos Valles del Sobrarbe es su carácter aislado hasta hace relativamente poco tiempo. A esto se le añade una geografía muy accidentada, que ha permitido que se conserven intactos parajes únicos, con una diversidad, tradiciones y arquitectura de gran valor. El hombre ha formado parte de este enclave desde el Paleolítico Superior, aproximadamente entre el 40.000 y 10.000 a. C. Será a finales del siglo XVIII cuando la zona comienza a suscitar interés para científicos e investigadores, dando lugar a la llegada de viajeros en busca de esa romántica idea de la naturaleza salvaje. Todo ello contribuyó a la creación del «pirineísmo» y se pusieron las bases para que los investigadores Lucien Briet y Pedro Pidal lograran el nacimiento, en agosto de 1918, de uno de los primeros Parques Nacionales que existen, el Valle de Ordesa.
Será en 1966 cuando se declarará Parque Nacional de Ordesa y las Reservas Nacionales de Caza de Viñamala y Los Circos, motivado por la necesidad de asegurar la riqueza cinegética que existía en la cordillera. En el año 1977 es incluido en el Programa MaB (Hombre y Biosfera) perteneciente a la Unesco dentro de la Reserva de «Ordesa-Viñanala» lo que coincide con la Reserva de Caza de Viñamala y el Parque Nacional del Valle de Ordesa. El último hito del parque se marcó en 1982, cuando se amplía la denominación bajo el nombre de Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Geología y morfología
Este parque pertenece a la unidad fisiográfica del macizo de Monte Perdido, que está considerada, con sus 3.355 metros, una de las montañas calcáreas de mayor altura de toda Europa. En su paisaje, llama mucho la atención su sucesión de agujas, crestas, cañones y profundos valles. Además, se puede apreciar un claro equilibrio entre las zonas aplanadas, producidas por procesos erosivos periglaciares, y las más abruptas, que están ocasionadas por acción glaciar.
Por otro lado, hay que resaltar que este macizo no puede desglosarse de forma aislada, ya que conforma un conjunto indisoluble. Así, los fuertes empujes que se produjeron desde el Macizo Central Francés hacia la Meseta española, tuvieron una función de topes de prensa, de manera que produjeron un desplazamiento de los materiales hercinianos. De esta forma, se produjo el levantamiento de la cordillera pirenaica tal y como la conocemos hoy, pero también dio lugar a la fracturación y el recubrimiento de los restos que quedaron del macizo herciniano.
Flora y fauna
La enorme riqueza paisajística que ofrece este parque abarca más de 1.300 especies completamente diferentes y si ampliamos a su Zona Periférica de Protección, esta cifra se amplía a unas 2.450 especies, o lo que es lo mismo, la mitad de toda la flora que existe en el Pirineo aragonés. Entre las más representativas podemos destacar el Calaminhtha grandiflora o el zapatito de Venus, sin olvidar el amplio número de endemismos, como son el Androsace pyrenaica, catalogado en peligro de extinción.
En cuanto a fauna, podemos encontrar una amplísima muestra ligada a los hábitats predominantes en el parque, el alpino y subalpino. Se han encontrado 65 aves de nidificación, 32 mamíferos, 8 reptiles, 6 anfibios y 2 peces. Entre todos ellos, podemos destacar varias parejas de quebrantahuesos, buitres leonados, águilas reales, así como truchas y tritón de los Pirineos. En las zonas intermedias se aprecian marmotas, sarrios o bucardos, que son una subespecie endémica de la cabra montés. Y por último, en las zonas más elevadas, son visibles los gorriones, lagópodos alpinos o el acentor.
Etnografía
El ser humano siempre ha tenido presencia en esta naturaleza hostil a la vez que espléndida. A lo largo de los siglos estas tierras han sido testigo de ritos, tradiciones y fiestas populares que han hecho posible una trayectoria cultural y artística de gran sabiduría popular. Costumbres que, en algunos casos, han desaparecido, pero en otros han evolucionado desde fechas precristianas hasta nuestros días. Destacan las ricas danzas de la antigüedad como los «paloteaos» del valle del Broto, «el cascabillo» de Buerba o las danzas de salón, de origen francés. Pero también destacan los personajes y figuras alegóricas que se han creado en la zona, como los «trangas», «onsos» o las jóvenes «madamas» que traen la primavera.
Además, este rincón ofrece al visitante una gran variedad de leyendas y creencias de todo tipo, desde presencia de brujas con sus aquelarres, muy extendido en el Pirineo, amuletos para proteger los pueblos, así como lugares de la naturaleza considerados mágicos, como el antiguo fresno de Buerba, muy respetado por los vecinos.
Añisclo
Este hermoso y angosto valle está atravesado por el río Bellós, que corre a la par de sus imponentes murallas rocosas. Si nos situamos en la parte superior, podremos contemplar unas vistas realmente inolvidables, y es que se puede apreciar con claridad cómo una fuerte fractura cizalla las enormes moles de piedra caliza en medio de suaves y verdes pastos.
Escuaín
Este valle ofrece grandes diferencias con sus vecinos Ordesa y Añisclo, con su formidable diaclasa que se puede apreciar abierta en la montaña. Su fisonomía especial se debe a la erosión kárstica y el modelado glaciar cuaternario. Configuran este macizo en su solana los circos, simas, barrancos o lapiaces. La armonía entre el ser humano y la naturaleza ha dotado a este valle de una grandeza, dignidad y originalidad únicas.
Ordesa
Llegamos a Ordesa, el valle que desde 1918 cuenta con la categoría de Parque Nacional. Este cuenta con una gran singularidad geológica, con distintos relieves y formas propias marcados por su naturaleza calcárea, que lo han forjado con majestuosidad y enorme belleza. Tiene una forma abierta y espaciosa y por él discurre el río Arazas hasta llegar a su punto de confluencia en el Ara. Además, su actividad erosiva, influida por los cursos fluviales, ofrece un origen glaciar con perfil en U.
Pineta
Resulta espectacular contemplar las Paredes de Pineta sobre doce kilómetros del valle, estas majestuosas vistas nos ofrecen en su umbría muros estriados en los que se aprecian sus estratos apilados desordenadamente, eso sí, solo en apariencia. Mientras, en la solana destacan sus praderas apacibles y sus frondosos y bellos bosques. Además, su vida se intensifica en el altiplano de Marboré, situado debajo del macizo, con su glaciar y morrenas que llenan de vida el río Cinca.
Monte Perdido
Impresas en el propio macizo se encuentran su historia y majestuosidad. Y es que, con su posición central pirenaica y su altitud, ilustra de una forma muy clara los episodios más importantes de la orogénesis pirenaica. También es punto de importantes cambios climáticos que han condicionado los diferentes medios biológicos, que son únicos en este macizo y una explicación de su biodiversidad.
Valle Bujaruelo
Este valle despoblado, situado en el nacimiento del río Ara y al nordeste del de Ordesa, nos ofrece un paisaje de enorme valor paisajístico y natural. Podrás acceder desde el pueblo de Torla, en el desvío que existe por el Puente de los Navarros, hasta alcanzar este enclave rodeado por inmensas murallas esculpidas en la piedra. Desde la posterior pradera de San Nicolás de Bujaruelo, podrás comenzar numerosas rutas por los macizos de Tendeñera, Monte Perdido o Vignemale.
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